La obesidad se define como el exceso de tejido adiposo, que origina un aumento de peso corporal con respecto a lo que correspondería para la talla, sexo y edad. La obesidad tiene un origen multifactorial, donde aspectos genéticos y medioambientales interaccionan de forma compleja y, finalmente, se produce un desajuste entre la energía ingerida y la consumida en los procesos metabólicos.
Los nuevos hábitos alimentarios y el sedentarismo son el desencadenante definitivo, ya que el organismo no está preparado para hacer frente a la excesiva oferta energética.
Tratamientos efectivos contra la obesidad y sobrepeso
Dentro del concepto “exceso de peso”, podemos distinguir entre sobrepeso y obesidad. La diferencia se basa en el “índice de masa corporal” (IMC). Este parámetro ha sido el clásico para clasificar el exceso de peso, y es la relación entre el peso y la altura (IMC = peso en Kg/altura en m²). Se considera peso normal un IMC entre 18-25; sobrepeso sería un IMC entre 25-30, y obesidad cuando supera los 30.
Sin embargo, este parámetro no debe usarse con mucha frecuencia en estos días, ya que no siempre convierte realmente la cantidad de grasa presente y, por lo tanto, puede generar muchos errores. Por ejemplo, una persona con mucha masa muscular y poca grasa puede ser clasificada como con sobrepeso u obesa, mientras que otras con exceso de grasa corporal no pueden ser diagnosticadas.
Por eso, para solucionar este problema se aplicó el concepto de “circunferencia de la cintura”, parámetro que se correlaciona mejor con el exceso de grasa. Aun así, todavía no es un valor del todo fiable, por lo que hoy en día deberían aplicarse métodos de diagnóstico modernos que analicen y diferencien perfectamente la masa magra o muscular y la masa grasa. Entre ellos, la impedancia es el más reconocido y aplicado. De esta forma podemos distinguir con precisión los valores adecuados para grasa y músculo. Por lo tanto, los niveles normales de grasa para las mujeres son del 18 al 28 % del peso corporal total y para los hombres del 10 al 20 %.
Frecuencia
La incidencia y prevalencia del sobrepeso y/o la obesidad han seguido aumentando en diversas partes del mundo, especialmente en los países desarrollados, en las últimas décadas. Mi país es un claro ejemplo de esta preocupante tendencia. Según datos oficiales, calculados por BMI, la población de peso normal de mi país representa alrededor del 45%, el 55% restante tiene sobrepeso y la obesidad representa alrededor del 15% de la población total.
Sin embargo, esta valoración puede durar poco, y si aplicamos el concepto de “porcentaje de grasa” medido por impedancia, las cifras alcanzan valores entre un 60% y un 80% por encima de lo normal. Además, la tendencia es claramente alcista debido al sedentarismo y los malos hábitos alimentarios. Esto ha afectado incluso a la infancia, con aumentos alarmantes en la proporción de niños con sobrepeso.
Consecuencias
La importancia de la obesidad y el sobrepeso va más allá de la estética, se consideran importantes factores de riesgo para el desarrollo de enfermedades importantes en el ámbito cardiovascular (cardiopatías, ictus…), metabólico (dislipidemia, diabetes…), tumores, enfermedades degenerativas, etc.
Según la prestigiosa revista médica The Lancet, el sobrepeso es uno de los principales contribuyentes a las enfermedades, la muerte y la reducción de la calidad de vida.
Este efecto se basa en los efectos metabólicos que produce y los altos niveles de inflamación asociados. De hecho, la Unión Europea la ha catalogado como una enfermedad, no solo como un factor de riesgo. Además, muchas veces acaba siendo un proceso crónico que, una vez instaurado, es difícil de revertir de forma efectiva en muchos casos.
Tratamientos
Aunque en los últimos años han surgido algunas terapias farmacológicas para tratarlo, el abordaje de este grave problema debe ser holístico. Sobre todo, tiene sentido detectar tempranamente, preferiblemente en la infancia, si es posible, para cambiar el rumbo de los hábitos sociales (alimentación, estilo de vida, sedentarismo), lo que debe lograrse a través de políticas ambiciosas que aborden las verdaderas causas de la epidemia.
Controlar la composición y calidad de los alimentos, políticas educativas adecuadas y promover la actividad física son algunas de las medidas que se deben tomar a nivel mundial para evitar la progresión de este grave problema de salud pública.
Como hemos señalado antes, en medicina el abordaje también debe ser holístico. Un diagnóstico adecuado basado en una investigación y pruebas adecuadas, la detección y corrección de los desencadenantes y el uso de las herramientas más adecuadas para cada caso son los pilares de su gestión.
De estas opciones de tratamiento, por supuesto, la primera es la intervención nutricional basada en la nutrición, que en la actualidad puede ser bastante individualizada en función de la información obtenida de determinadas pruebas. Los cambios en los deportes y el ejercicio también promueven la curación de la grasa y el control a largo plazo.
También podemos implementar tratamientos que ayuden a controlar y mejorar los factores que provocan el aumento de grasa, como trastornos digestivos, metabólicos o psicológicos relacionados.
En ocasiones puede ser necesario intervenir con métodos locales, ya sean quirúrgicos o no. Liposucción quirúrgica o sus variantes y en casos extremos cirugía bariátrica o reducción gástrica, y no quirúrgicacomo la cavitación, criolipólisis, radiofrecuencia, mesoterapia.
Estos métodos deben aplicarse de forma individual, tras un adecuado diagnóstico por parte del médico de familia, y siempre deben estar incluidos en una estrategia integral, ya que por sí solos no pueden resolver adecuadamente el problema. Como señalamos anteriormente, en los últimos años han surgido nuevos tratamientos para el control de la obesidad. También deben ser utilizados a nivel global e individual.
En definitiva, estamos hablando de probablemente el problema de salud más importante de nuestra sociedad, que además está aumentando claramente por las condiciones sociales. Como tal, debe abordarse de manera holística e individual, y deben evitarse las estrategias poco realistas y de corto plazo.
Todo ello debe vincularse a planes generales encaminados a evitar la entrada de este problema, como medidas sociopolíticas, medidas legislativas encaminadas a mejorar la calidad de los alimentos comerciales, promover la actividad física, fomentar la educación pública en temas de nutrición y salud, y dotar a los servicios públicos de salud de las herramientas necesarias para el control de esta grave patología.