Los síntomas de la hiperhidrosis son muy evidentes, de modo que si el paciente acude a consulta el diagnóstico será sencillo de realizar. La cuestión es, que la mayoría de la gente que lo padece no acude al médico, ni pide ayuda, por vergüenza o porque no le dan importancia.
La hiperhidrosis es una producción excesiva de sudor cuyo origen se encuentra en el funcionamiento inadecuado del sistema nervioso autónomo. Esta función del sistema nervioso consiste en recibir y procesar la información proveniente del medio interno para enviar instrucciones de respuesta a los músculos, glándulas y vasos sanguíneos, por lo que si se produce un exceso en la producción de señales, la respuesta será también desproporcionada.
Cómo diagnosticar la hiperhidrosis
Existen algunas pruebas diagnósticas de la hiperhidrosis, como la del yodo-almidón, que consiste en la aplicación de yodo en la zona de transpiración seguida de la aplicación de almidón (una vez se haya secado el yodo). Las zonas que presenten un exceso de sudoración se tornarán de color azul.
También la llamada prueba «del papel» que aplica un papel absorbente en la zona y, tras un tiempo determinado, se retira y se pesa. En función del peso, que corresponderá a una cantidad de sudor concreta, se evaluará si los valores de transpiración son normales o si, por el contrario, hay un exceso de la misma.
Para hallar el origen del trastorno lo más común es realizar una serie de preguntas que orientarán al facultativo hacia el diagnóstico de una hiperhidrosis primaria o hacia alguna otra patología subyacente.
Los datos más significativos que se obtienen durante el interrogatorio están relacionados con la localización, el momento del día en que se produce, si existe o no un desencadenante conocido, o si el paciente presenta otros síntomas acompañantes.